La Noche Alba, la tradición veraniega implantada por Colo Colo en 1992 para presentar a su plantel, sabe de anécdotas y mitos urbanos por montones. A jugadores “fantasmas” (¿recordará alguien las bondades de, por ejemplo, Nicolás Lauría Calvo o el brasileño Paulao?), directores técnicos llegados con bombos y boato en helicóptero (Nelsinho Baptista) y otras leyendas vastamente relatadas, se suma una anécdota sabrosa que tuvo como protagonista a una de las figuras del Colo Colo multicampeón que dirigía Gustavo Benítez a finales de los noventa.
En 1996, el “Cacique” estaba decidido a terminar con el dominio de la “U”, el archirrival que había alzado las coronas en 1994 y 1995. Para tal empresa, en Macul decidieron reforzar el plantel con jugadores de primer nivel.
Un día antes de la Noche Alba de ese año, un ex dirigente de Colo Colo invitó a un grupo de periodistas deportivos a un asado de camaradería en su hogar. Todo salió bien: carne de primer corte, vino del bueno y conversación grata. Velada, además, que contó con un servicio de primer nivel, gracias a las atenciones de un mozo contratado por ese dirigente especialmente para la ocasión…
Al otro día, en la presentación de los refuerzos, grande fue la sorpresa de los profesionales de la prensa, al percatarse que tan cordial mesero no era nada menos que Emerson Pereira da Silva, volante llegado desde el Sao Paulo de Brasil y que, con la camiseta blanca, sería luego puntal y titular indiscutido en los títulos de 1996, 1997 y 1998.